Mujer con el rostro cubierto.

Fragmentos de diaro - Parte II

Hola, querido diario:

Hoy salí de la casa y del campamento, pero solo porque el encierro me obligó. Mohammed, el conductor, llegó por mí a las tres, dos horas y media antes del rezo de media tarde, tiempo suficiente para llegar al Mall of Dhahran y darme un par de vueltas por ahí. No compré nada, no me antojé de nada, solo dí vueltas por el centro centro comercial.

El paisaje después de que se abre el enorme y frívolo portón de seguridad del campamento, se siente desolado, edificios sin terminar, carros abandonados a orillas de la vía, desierto y descuido, pero todo no es así, por suerte el ambiente cambiar kilómetros más allá. Comienza a verse todo más verde, hay más palmeras, zonas residenciales que más que casas parecen semi castillos, me cuentan que en una cuadra entera pueden vivir tres familias cada una en diferente casa, pero el mismo marido, que loco eso. En esa zona la mayoría de los edificios están terminados, algunos son muy altos, hay concesionarios de carros lujosos y uno que otro restaurante que solo abre en las noches.

A lo que voy, mi querido diario, es que sin importar a dónde vaya, la atmósfera de este lugar no me termina de gustar. Me contagia de tristeza, vacío y soledad, como una nube gris que se mantiene encima de mi cabeza unos días más que otros, pero eso sí, siento que estoy prueba todo el tiempo. Un día me siento feliz y al otro muy triste y la única razón que encuentro es echarle la culpa al ambiente, claro que hoy que salí no estuvo tan mal, poco a poco me estoy acostumbrando a esperar afuera de los almacenes mientras pasa el rezo. Te confieso diario que hoy mientras daba vueltas y vueltas y miraba a las personas, a las almas en pena, a los saudíes y filipinos me di cuenta que todo se trata de mí y aunque el entorno afecta hasta eso depende de mi.

Picos emocionales, altos y bajos, así los llamo para comprender los cambios que estoy experimentando, algo no tan nuevo por las hormonas, pero sí diferente. Seguro que más de una mujer que vive en este país y que quizás conozco sabe de lo que hablo, lo ha percibido. En un momento viene el reproche de que tienes todo y a la vez nada, vives en medio de lujos que muchos sueñan y te das cuenta de que eso no es la felicidad verdadera. Picos que se sienten a diario, emociones que vienen y van y que todos tratamos de superar de alguna manera para continuar y adaptarnos.

Querido diario, ¿sabes que descubrí hoy? Esto no se lo he dicho a nadie todavía, pero aún me da miedo ir al baño en los centros comerciales, sé que es una tontería, pero no deja de afectarme. Cuando camino por el largo e interminable pasillo y me encuentro con las ninja o las almas en pena, me entra un escalofrío en el cuerpo, sé que suena demasiado estúpido, pero te juro que parecen salidas de una película de terror y cuando entra el viento las abayas se abren, los velos que cubren sus rostros quisieran volar, claro que viéndolo desde otra perspectiva y siendo creativa se me ocurre que un día se despojan de todo eso que cargan encima, ¿qué encontraría detrás de esas abayas, hijabs, guantes y velos? Yo creo que mujeres extraordinarias y tan normales como las expatriadas, con diferencias quizás extremas en algunos casos, pero en general mujeres que sienten y viven cada día adaptándose a las situaciones, a la familia, al entorno, claro que hay que pensar en eso manteniendo cierta proporción, porque la realidad es que en esta cultura , especialmente, si compartiéramos los sentimientos o los problemas, a lo mejor, para unas eso sea tan ajeno a ellas y para otras muy complejo de explicar. Sobre todo en temas de matrimonio, sexo y demás.

Pero creo que eso de que se despojen de todo solo pasó por mi cabeza, porque reconozco con algo de vergüenza, mi querido diario, que evito mirar, porque me da asco, cómo arrastran las abayas llevándose la suciedad a su paso y lo peor es que parece que no les importa.

Esta tarde por ejemplo cuando fui al Supermarket me pegué un susto. Estaba distraída buscando no sé qué, cuando me tropiezo con una ninja que me miró súper mal o raro, una de dos. Esa reacción como que te brinca el cuerpo es involuntaria, es espontánea, ¿cómo controlas eso? y si le sumas la mirada pues claro, peor.

Claro que no con todas las ninja pesa lo mismo, he visto ojos y expresiones de miradas que se perciben distinto, algunas son agradables, quizás, alegres, amables, con buena vibra. Se siente al mirarlas unos segundos, así que como toda nueva experiencia cada día que pasa estoy menos prevenida y más abierta a entender esta cultura sin dejar que me afecte demasiado. Uno debería preguntar qué ven cuando te miran a los ojos.  

De cualquier forma sigo pensando que hay demasiado color negro a mi alrededor y aunque no me guste tengo que reconocer que me fastidia y pensar que era hasta hace poco, mi color favorito. Febrero 2018.