Mujer con un cuchillo en la mano

En la piel de una asesina

Señora sin nombre, así le puso el detective porque ella se negó a decir su verdadero nombre hasta que no viera a un abogado. Con la camiseta blanca manchada desangre igual que el jean, el delantal azul y la pañoleta a cuadros blancos yrojos que llevaba puesto, aquella mujer esperaba en la sala de interrogatorios de la policía. A penas vio entrar al detective, la señora sin nombre se sentó enfrente de él con las piernas abiertas y acomodó los muslos. Mientras le sonrió coqueta y lo miró de arriba a bajo, con deseo, comenzó a hablar:

Lo vi todas las mañanas en el programa de cocina de las once. Mi guapo cocinero preparaba unos platos a simple vista deliciosos y saludables, nada parecido a la comida de mi casa. Me culpo, detective, por fantasear con sus brazos, manos y pecho músculo, quién puede resistir a su sonrisa picarona con perfectos dientes blancos, más la mirada penetrante y seductora como su voz, su sensual y melódica que me incitaba a morderme los labios deseosa de besar esa boca tan carnosa.

Ahora entiendo por qué no me perdí un solo capítulo de su programa. Confieso que después de ver tantos, solo me animé a preparar los jugos que hizo cada mañana y eso, porque me gustaba ver la textura espesa, que me llevaron a pensar en otra clase de jugos, sí, esos que aparecen cuando una está jugosa, ganosa, sabrosa, usted entiende, como cuando una está deseosa de placer.

El detective intentó reírse, pero se arrepintió, se mantuvo serio y en silencio, además, porque la señora sin nombre no le dio chance, no paraba de hablar. Cada vez que mi cocinero le puso las manos, delicadamente eso sí, a las frutas y los vegetales para meterlos en el vaso, inmediatamente llegaba, quiero decir, las imágenes eróticas llegaban a mi cabeza y se intensificaban con el sonido estruendoso dela licuadora, un electrodoméstico que no puede faltar en cocina. Usted tiene licuadora en su casa detective?

El policía no respondió.

Lástima que cuando estaba a punto de conseguir mi mayor excitación, mi mamá siempre me interrumpió con el olor que salió de la sopa que preparaba, su comida era insípida y aburrida. De un grito me llamaba para que fuera al comedor porque el almuerzo ya estaba servido.

¿Sabes algo príncipe guardián? La señora sin nombre se agachó un poco y quiso insinuarse con el tamaño de los senos falsos que tenía:

Mi cocinero usaba una pañoleta igual a la que tengo puesta. Me derrito de ganas ahora queme lo imagino a usted con una de éstas puesta. Se vería muy sexy. La señora sin nombre se acercó lo más que pudo al detective, al punto que alcanzó a oler el aliento a menta.

Yo tengo más de estas pañoletas en mi casa, así que cuando quiera detective. ¿Sabe dónde las compré? En un pequeño mercado de artesanías cerca de mi casa. Las uso para el ritual. No me abra los ojos detective, que se trata del ritual del amor que hago antes de que empiece el programa de mi cocinero. Primero, invoco su nombre tres veces. luego beso la pañoleta dos veces y por último me pongo la pañoleta cuidadosamente en la cabeza, al principio me costaba que quedara perfecta porque tenía el cabello largo, pero eso decidí raparme.

Ve este delantal es del mismo azul oscuro que usa mi cocinero. Es que la idea es verme igual a él, si no, no tiene sentido. ¿No le parece, detective?

El detective no contestó.

Como sea, nadie puede negar que me veo como él, porque él es mío, solamente mío. Míreme detective, míreme con detenimiento. ¿Ve estos músculos? La señora sin nombre alzó los brazos– pues no son gratis, los saqué a punta de gimnasio y metabólicos, porque las camisetas tenían que quedarme igual de apretadas a las de mi sexy cocinero sino qué gracia. Me acabo de acordar de la forma como movía el cuchillo para cortar la cebolla, la zanahoria, el plátano, la papaya, el pepino, uy era, eso sí que era una exquisitura. Es fácil hablar de él y erizarme por todas partes hasta por aquellas donde no llega tan fácil el aire. La señora sin nombre miró la cremallera del detective. Difícil encontrar alguien que tenga los dedos largos y gruesos. Los dedos así son más insaciables, ¿Qué opina usted, príncipe guardián? El detective ignoró la pregunta.

¿Le cuento otra cosa? Cada vez que comenzaba el programa de cocina y mi cocinero saludaba a la audiencia, yo me iba hasta la pantalla del televisor para lamerla de arriba abajo y de abajo hacia arriba. El detective no pudo evitar reírse y por eso se animó a enfrentarla:

–¿Cómo empecé a obsesionarme? Nunca me he obsesionado, jamás me obsesiono, quién dice que me obsesioné, es que yo no sé qué significa obsesionarse. Yo, por ejemplo, pasé cuatro meses viendo el programa de cocina de mi sexy cocinero sin perdérmelo un día y lo único que hice y que me pareció además muy divertido fue convertirme en su versión femenina, nada más, eso no tiene nada de malo, ¿o sí? ¿Cuál fue la otra pregunta?

¡Ah! ¿Por qué fui al programa de televisión? Bueno, déjame pensar. Ah ya me acuerdo. Después de enviar muchas solicitudes para estar en la grabación del programa tuve que esperar tres meses hasta que por fin. Tres meses para poder ver a mi sexy cocinero en vivo y en directo.

Por fin llegó el gran día. Llegué tres horas antes de lo que me habían dicho, porque era mejor estar a tiempo y además porque nadie, nadie más que yo merecía estar cerca de él. Fui la primera en entrar, la primera en saludar, la primera en sentarse en la primera fila del público y la primera en... usted ya sabe

¿Por qué elegí el cuchillo? A ver mi detective, te voy a contestar, porque sé que te falta inteligencia, pero tranquilo, aún estás como quieres. La señora sin nombre miró de nuevo de arriba abajo al detective.

Con las tijeras el corte habría sido poco estético y el maravilloso cuerpo de mi sexy cocinero merecía más que eso. Claro, también pensé en usar un tenedor, porque me pareció diabólico, ya sabe por las películas de terror, pero no, eso lo haría una loca recién salida del manicomio y yo soy una de esas. ¡Ja! Además un tenedor no habría aguantado, se habría quebrado sobre las sensuales abdominales con forma de chocolatina de mi sexy cocinero. Por eso el cuchillo era el más apropiado y merecedor del gran acto; traspasar la piel hasta lo profundo del cuerpo hermoso de mi cocinero y atravesar los músculos hasta oler y sentir los sabrosos jugosos esparcidos por todos lados.

Detective, ¿por qué tiene esa cara? No esté bravo. Mire, aquí en confianza… ¿Dígame si usted cree que habría podido utilizar otra cosa? No, no me responda. Me cuesta pensar en eso ahora y no soy de las que entra en pánico ante una mejor opción, no señor. No en este momento, no ahora, no puedo. Claro que ahora que lo pienso mejor, otra razón obvia es que el cuchillo es más fácil para que entre y salga, salga y entre por el tipo de la carne que tenemos, eso lo hace más delicioso. La señora sin nombre se mordió el labio inferior y le hizo un guiño con el ojo al detective mientras repasó la lengua por su boca.

Sesenta y nueve es mi favorito y habría llegado al orgasmo de haber conseguido ese número de puñaladas en el cuerpo de mi cocinero, pero no faltaron los envidiosos y por eso me cayeron encima, para robarse mi show, por eso fue que me quitaron de encima antes de terminar con la dicha. De todas formas fue un momento mancomunal. ¡Mancomunal! el detective se ofendió.

¿Le parece poco? Así respondió la señora sin nombre para explicar que lo que hizo había sido la mejor escena trágica que jamás olvidarían los televidentes. Fue un final muy al estilo de Romeo y Julieta, que encajaba con ella y su sexy cocinero. Nos compenetramos con sangre, dígame detective, ¿quién hoy día puede hacer eso? Nadie.

El detective agachó la cabeza para no perder el control ante las cosas absurdas que dijo aquella mujer. No hubo duda estaba totalmente loca.

¿Le cuento otra cosa? Cuando sentí entre mis manos la sangre caliente de mi sexy cocinero fue como terminar, por fin, con todo el placer que tuve guardado por culpa de mi mamá que no hizo más que fastidiarme cuando me demoraba mucho encerrada en el baño, llegó al colmo de exigirme tener la puerta de mi cuarto todo el tiempo abierta, ¿puede creer eso mi príncipe guardián? Nunca entendí esa obsesión.

Sabía usted que de la palabra juego viene jugo. ¿Cómo que no? Escuche con atención: Juego de jugos, jugo de juegos, juego con usted. Al detective se le notó la rabia al escuchar la risa burlona de la señora sin nombre. Eso lo provocó y por eso le auguró que los años que iba a pasar en la cárcel no serían suficientes para arrepentirse.  

¿Arrepentirme? ¿por qué tendría que arrepentirme? ¡Soy una salvadora! ¿No me cree?

La mirada perdida de la mujer sin nombre asustó al detective.

Yo salvé al mundo de más mujeres obsesionadas con los programas de televisión, especialmente, a las obsesionadas por la cocina. Esos programas que tienen al hombre perfecto lo que buscan es más mujeres se queden en la casa, si no es en la cocina, lavando, sirviendo, cocinando, de nuevo limpiando hasta que salga otra vez el hombre que les dice lo que tienen que preparar. No me puede negar que es verdad. Yo, yo fui la única capaz de saltar al escenario seducir al bellísimo cocinero, robarle un beso con lengua riquísimo y luego matarlo. ¡Magistral!

Emocionada la señora sin nombre se levanto de la silla y comenzó a bailar en circulo, en la cabeza ella era una bailarina y en lugar de estar en la estación de policía estaba en un salón de valet.

Estoy segura de que la muerte de mi sexy cocinero jamás se olvidará, todos los cocineros guapos del mundo me recordarán con miedo. La señora sin nombre dejó de bailar y caminó hacia el detective y cuando estuvo muy de él:

Te voy a dar un consejo solo porque hasta ahora me haz tratado bien. Tienes que desconfiar de cualquier loca obsesionada con un cocinero, un médico o un detective como tu, esa puede andar suelta por ahí, yo realmente estoy muy preocupada por ti y por los cocineros que sigan con sus programitas de televisión. Es que una loca compulsiva puede estar en cualquier parte pensando un plan macabro para matar a alguien mientras ustedes están aquí, hay locas por todos lados, en los semáforos, en las calles, en las oficina, incluso, una de esas puede estar aquí justo enfrente de ti, ¿no te parece posible, mi sexy detective?