Mujer con tapabocas y una flor en las manos.

El virus o el bicho: el bicho

Miles de personas fallecidas, cuerpos transformados en energía que los ojos de humanidad no pueden ver, pero sí sentir a través del ahogo que causa la ausencia. Hoy pienso en todos aquellos que se fueron en el padecimiento de un virus sin precedentes y también en todo lo que dejaron: madres, padres, tíos, abuelos, hijos, hermanos,primos, sobrinos, amigos, vecinos, todas almas tristes que quizás ni siquiera despedirse pudieron, el virus hasta eso les arrebató.

¿Por qué cuesta todavía entender que del cuidado propio depende la vida de otro? ¿Por qué esperar a que ese virus infecte a un familiar o un amigo para extremar las medidas? ¿Por qué relajarse y acostumbrarse a las escalofriantes cifras? Nadie está salvo. La situación, que muchos dicen, parece normalizarse, es cada vez más compleja. Todavía muchos arriesgan sus vidas para salvar otras y otros miles para poder llevar comida a casa.

Aún, por suerte,quedan muchos que se esfuerzan por ayudar, que ante la tragedia persisten en servir al desconocido que quizás sobreviva para agradecer por no pasar un día con hambre o en el olvido. Muchos son todavía los que piensan en el otro, por difícil que parezca, personas que creen de manera optimista que todo será como antes, aunque en el fondo nada volverá a ser igual mientras subsista la ignorancia, la indiferencia, el miedo y la desinformación.

 ¿Ya hiciste algo por alguien en esta pandemia?

 Ésta es la historia de un lector de corazón que se sintió, o mejor, que lo hicieron sentir como bicho raro durante el periodo de cuarentena.

Que no importe lo que piensen, preferiblemente, pasar por exagerado que por irresponsable.

No debería ser una exageración lavarse las manos más de una vez en el día, desinfectarse y desinfectar al que llega a la casa y exigirle que use el tapabocas, así como limpiar los alimentos antes de guardarlos y salir solo si es necesario. No falta el ignorante que haga sentir al otro como bicho raro por pretender cuidarse y cuidar a los suyos. En ese sentido entonces bienvenidos los bichos raros exagerados, para ellos es el aplauso, por decidir tomarse la pandemia en serio, como lo quees, un riesgo latente y además, ayudar a los que necesitan.

El tiempo que pase para que todo vuelva a la normalidad, si es que eso es posible, es incierto. Algunos creen que volveremos a lo mismo; a la indiferencia y al egocentrismo, pero otros piensan que el virus cambió todo. De cualquier manera,dependerá de una decisión individual, como la que tomaron los bichos raros. Saber cuánto afectó la pandemia quedará en quien como una de las tantas reflexiones que se pueden sacar de la situación que al final todos tuvimos que sobrellevar para adaptarnos.

Mientras tanto, el virus sigue vagando entre nosotros, midiendo el pulso de todos y de distintas maneras:en convivencia, en las diferencias, en la forma de preocuparse por el otro y de sentirlo, en el valor real de la salud, el alimento, el trabajo, la familia,los abrazos, las sonrisas; del tiempo, de mirar con compasión la situación de la mayoría. Ya está en la casa, entre nosotros y es fácil percibirlo, se ve en los cambios que hicimos en la rutina, en la manera en que reaccionamos ante las dificultades, en el miedo o en la incertidumbre por lo que va a pasar y en la forma de pensar y actuar de las personas. Lo bueno, porque siempre hay algo bueno, es que ese intruso tiene otra cara; la de los retos, la creatividad, la transformación del camaleón que se lleva por dentro y que despertó para adaptarse, para subsistir.

Miles de familias en el mundo afectadas por el virus debe llevarnos a replantear el papel de la humanidad en el planeta, lo que somos, cuánto estamos dispuestos a dar y recibir,cuánto a cambiar para aceptarnos en una realidad distinta, para no volver a cometer los mismos errores de la indiferencia.

Será imposible conocer a ciencia cierta las víctimas del Covid 19, por más cifras que los medios de comunicación publiquen. Hay pérdidas imposibles de calcular y menos recuperar, el frío de un lado de la cama, la silla vacía en el comedor, el espacio en el armario, el aroma de la ausencia impregnada en la ropa, el pecho encogido por el duelo, todos los recuerdos y los planes que se truncaron, el soporte emocional y material que ya no está.

Dediquemos unos segundos en cualquier momento del día o de la noche para pedir fortaleza para todas las familias que enfrentan la pérdida de algún ser querido que el virus se llevó y también por todas las personas que arriesgan la vida para salvar otras.

Ojalá que con el paso del tiempo veamos al intruso del virus, que no solo nos quitó, también como una oportunidad de recibir lecciones, pues nos obligó a ver más allá de la dificultad y a aprender de la fuerza interior capaz de sacarnos adelante y nos hace únicos. Esta vez fue la pandemia, mañana puede ser cualquier cosa, la muerte está presente y de cada uno depende aprovechar la vida o esperar el último minuto para valorarla.