Una mujer vestida con traje negro y camisa azul en frente de un escritorio.

Con la pinta puesta

Cuando Alejandra me preguntó si tenía una foto vestida como abogada me quedé pensando. Llevo años sin usar trajes, vestidos, mini faldas, camisas serias y tacones si no es estrictamente necesario, pero ella necesitaba la foto.

Fui al armario a ver qué encontraba. Me pareció hasta gracioso recordar esa época motivada por la ropa. Quizás algunos tuvieron la misma creencia que yo, ésa que los abogados, ingenieros, arquitectos, médicos, músicos y demás profesiones se distinguen por la manera de vestir. Claro que la pandemia pudo cambiar esa percepción, por aquello de la virtualidad que también da ventajas a la hora de vestirse. No falta el que ante la cámara se vea formal por la camisa que se puso y relajado por la bermuda o la pijama que se dejó puesta porque le cogió la tarde.

Para no desviarme de lo que inspiró esta historia y los recuerdos que vinieron con ella -la foto que me pidieron vestida de abogada- pude darme cuenta de mi propia percepción sobre como se visten las abogadas, o mejor como me vestía yo en esa época, pues en mi armario esas prendas cada vez son más pocas y seguro tiene que ver también con el cambio de rutina y con la idea de cada vez estar más cómoda. La sensación de vestirme como lo hice muchos años atrás fue incómoda, pero no se trata de juzgar si fue bueno o malo, solo distinta, porque me siento diferente, más real y mejor como escritora.

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Lo que brota de tu corazón es lo que siembras.